viernes, 18 de marzo de 2016

El método impresionista toma lo que el ojo ve y lo interpreta, lo exagera, ignora algunas partes, y al final lo distorsiona.

Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la Palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. 2Timoteo 4:1-2

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Predicar impresionistamente

LA PREDICACIÓN IMPRESIONISTA

Alrededor de 1850, el estilo artístico dominante del momento era el realismo. Fue un movimiento que pre- tendía representar —lo más fielmente posible— lo que el artista había visto. Claude Monet y Pierre-August Renoir fueron dos jóvenes estudiantes entrenados en el realismo. Se habían hecho amigos y comenzaron a pintar juntos, junto con varios otros. Esta generación más joven tendía a usar colores más brillantes que los usados por sus instructores realistas, y favorecía obras de la vida contemporánea sobre escenas históricas o mitológicas, dejando también atrás conscientemente el romanticismo de las generaciones anteriores.

El punto de inflexión que ayudó a estos jóvenes pintores a iniciar su autoidentificación como grupo llegó en el Salon de Paris (Exhibición de París) de 1863, una competición de arte. Tantas de sus obras fueron rechazadas por los jueces que más tarde se celebró un evento alternativo: el Salon des Refusés (Exhibición de los re- chazados).

 Durante los diez años siguientes, los jóvenes artistas solicitaron tener eventos alternativos para sus nuevos estilos de pintura, pero fueron sistemáticamente rechazados.

En 1873, Monet, Renoir, y varios otros formaron una cooperativa anónima de artistas para mostrar su trabajo de forma independiente. 

La primera exhibición pública de este nuevo grupo se produjo en abril de 1874 en París. Los estilos habían cambiado aun más. Renoir había empezado a experimentar alterando la realidad de lo que veía (un alejamiento distinto del realismo). Monet había empezado a pintar con pinceladas más sueltas. 

Esto daba una forma general de lo que veía en lugar de una imagen precisa, lo cual era todavía la preferencia de la generación anterior. Por ejemplo, su Impresión, sol naciente captura el puerto de Le Havre a la salida del sol. Reconociendo que no era una vista realista del puerto, agregó la palabra “impresión” al título cuando se le preguntó por el nombre de la obra. Este título fue utilizado después por un crítico para ridiculizar a estos artistas, llamándolos los “impresionistas”.

Una de las innovaciones más atrevidas del grupo fue su uso de la luz. Por ejemplo, el Baile en el Moulin de la Galette de Renoir (1876) representa una fiesta en un jardín con un baile en el barrio parisino de Montmartre. En el cuadro, Renoir pinta con blanco en el suelo o encima de una chaqueta azul para indicar que el sol brillaba allí. La alteración de la luz comienza a exagerar los detalles y a distorsionar lo que en realidad veía el artista.

El método impresionista toma lo que el ojo ve y lo interpreta, lo exagera, ignora algunas partes, y al final lo distorsiona.

Ahora, piensa en lo que haces cuando te sientas a preparar un sermón. Abres tu Biblia. No tienes mucho tiempo. Es probable que tengas una reunión o dos esta noche. Es posible que tengas que guiar a alguna familia o a alguien del personal. Ciertamente tienes las manos llenas de trabajo pastoral. 

Sin embargo, tienes que decir algo el domingo. Así que empiezas a leer tu texto y a anotar cosas en tu ordenador, al igual que un artista interactúa con un lienzo; trazando conexiones rápidas, llenas de color entre la Palabra y lo que sabes del mundo.

Buscas cosas que sabes que tendrán una impresión inmediata sobre tus oyentes. Empiezas a disfrutar de esta diversión momentánea. No es un trabajo difícil. Pronto surge una idea principal. Contextualizas bien, ya que, al igual que tu congregación del domingo, no te apasionan mucho las cosas históricas. De hecho, tienes este trabajo, en parte, porque fueron impresionados por lo bien que produces mensajes que llaman la atención, desde el antiguo realismo de las escenas bíblicas, que de otra manera serían inaccesibles. Un estudio detallado del texto puede esperar.

El mensaje de esta semana —al igual que el de la semana pasada— se concentrará en las impresiones relevantes que saques del pasaje. Las aplicaciones parecen emerger como rayos de luz para que puedas esparcirlos sobre la congregación a todo color. Miras tu iPhone para ver la hora. Has estado trabajando por quince minutos.

  Esta es la predicación impresionista.

Sucede a menudo. De hecho, puede ser el problema más importante que enfrentan los predicadores hoy. La predicación impresionista no es controlada por la realidad del texto. Ignora los contornos históricos, literarios y teológicos del texto. Pasa rozando —en cuestión de minutos— muchas de las herramientas exegéticas que requieren tiempo. Mientras que el pintor realista podría mirar a su objeto diez veces antes de dar una pincelada, el impresionista mira su texto una vez y da diez pinceladas en el lienzo de la experiencia humana.

Así es, también, el predicador impresionista.

No hay duda de que la predicación impresionista es más fácil y rápida. Tiene más sentido, dada tu apretada agenda. Pero necesitas saber que, al final, estás haciendo lo que te da la gana con el texto.

Veamos un ejemplo. Imagina que tienes que preparar un mensaje para tu clase de “padres jóvenes”. De- cides hablar acerca de 1 Samuel 2:12-21. Tómate el tiempo para leerlo ahora:

  Los hijos de Elí eran hombres impíos, y no tenían co- nocimiento de Jehová. Y era costumbre de los sacer- dotes con el pueblo, que cuando alguno ofrecía sacrificio, venía el criado del sacerdote mientras se cocía la carne, trayendo en su mano un garfio de tres dientes, y lo metía en el perol, en la olla, en el caldero o en la marmita; y todo lo que sacaba el garfio, el sacerdote lo tomaba para sí. 

De esta manera hacían con todo israelita que venía a Silo. Asimismo, antes de quemar la grosura, venía el criado del sacerdote, y decía al que sacrificaba: Da carne que asar para el sacerdote; porque no tomará de ti carne cocida, sino cruda. Y si el hombre le respondía: Quemen la grosura primero, y después toma tanto como quieras; él respondía: No, sino dámela ahora mismo; de otra manera yo la tomaré por la fuerza.

 Era, pues, muy grande delante de Jehová el pecado de los jóvenes; porque los hombres menospreciaban las ofrendas de Jehová. Y el joven Samuel ministraba en la presencia   de Jehová, vestido de un efod de lino. Y le hacía su madre una túnica pequeña y se la traía cada año, cuando subía con su marido para ofrecer el sacrificio acostumbrado. Y Elí bendijo a Elcana y a su mujer, diciendo: Jehová te dé hijos de esta mujer en lugar del que pidió a Jehová. Y se volvieron a su casa. Y visitó Jehová a Ana, y ella concibió, y dio a luz tres hijos y dos hijas. Y el joven Samuel crecía delante de Jehová.

En tu primera lectura del texto, hay tres cosas que des- tacan:

1. El texto te presenta dos grupos de padres e hijos: Elí y sus hijos sin valor, y Ana y su pequeño Samuel, quien sirve a Dios.

2. Estás impresionado con el contraste entre ellos. La historia de Elí es como un manual sobre la mala crianza, mientras que los patrones de Ana obtienen mejores resultados.

3. Llegas a dos puntos rápidos para tu mensaje. 
  • En primer lugar, los padres malos permiten a sus hijos comer demasiado, mientras que los padres buenos no lo hacen. ¡Qué repulsivo era para los hijos de Elí atiborrarse de ofrendas de sacrificio! 
  • En segundo lugar, los malos padres no aprovechan el entorno de la iglesia para animar a sus hijos hacia la piedad, mientras que los buenos padres siempre están presentes   y disponibles. ¡Qué maravilloso era para Ana tener a Samuel en la iglesia, siempre que las puertas estuvieran abiertas!

Ya está. Tienes tu guion. Lo más importante, sabes que tu charla va a resonar en los padres jóvenes de tu congregación. Después de todo, las noticias en tu ciudad están informando sobre el problema del acondicionamiento físico entre los niños locales y la legislación inminente para abordarlo. No te costará mucho contextualizar principios similares que apliquen a su bienestar espiritual también.

Das tu charla. Lo siguiente que descubres es que se van a poner en marcha nuevos programas de niños a partir de este sermón. Se planifican retiros de fin de se- mana dedicados a cómo ser buenos padres. Es genial, porque la gente está hablando acerca de la crianza cristiana.

Esta clase de predicación impresionista está haciendo crecer iglesias. No es de extrañar que no pasemos tiempo trabajando en los sermones. No hace falta. Podemos hacer esto rápidamente y funciona. Es predicación casi improvisada.

Una vez más, entonces, perdemos la riqueza de la Palabra de Dios. Perdemos de vista el mensaje principal del texto. Si lo leemos un par de veces más, podemos darnos cuenta de que la principal preocupación de 1 Samuel 2:12-21 no es la crianza en absoluto. Es la santidad de Dios. 

Así es, el pasaje es acerca de Dios y de cómo el mal liderazgo del pueblo de Dios es una burla de Dios mismo. El problema en el texto es que Dios no está siendo adorado apropiadamente. Y si seguimos cavando en el libro, nos daremos cuenta de que hay un tema de reemplazo aquí dentro de la familia de Dios. 

El texto presenta a Samuel precisamente en este punto, porque es la alternativa a los hijos de Elí para dirigir la adoración a Dios, de acuerdo con la Palabra de Dios. Dios no puede hacer su obra porque su Palabra ha sido destruida. Aun así, cuando la situación parece no tener solución, Dios levanta a otro hombre y sacerdote para liderar.

¿Significa esto que no podemos predicar acerca de la educación de los hijos a partir de este texto? No necesariamente. Pero sí significa que no debemos perder el mensaje principal del pasaje. Las posibles aplicaciones nunca deben eclipsar el mensaje principal del texto. Aunque podemos decir cosas ciertas basadas en este texto de la Biblia acerca de la crianza, deberíamos hacerlo de una manera que se someta respetuosamente al énfasis del texto. 

Esta es la diferencia. Este es el reto. Leemos estas historias y terminamos perdiendo lo que el Espíritu está enfatizando, mientras que reducimos la Palabra de Dios a nada más que principios para vivir piadosamente. En el ejemplo de 1 Samuel, terminamos omitiendo por completo a Cristo como el reemplazo de un sacerdocio fracasado. Perdimos a Jesús por el impresionismo. Y en su lugar tenemos padres que están más comprometidos con el moralismo que con el mensaje cristiano.

Es importante indicar que la predicación impresionista no es el problema. Es un resultado natural de la adhesión ciega a la contextualización y de cómo tal adhesión monopoliza nuestro tiempo. Necesitamos recordar la convicción que controló a Charles Simeon en el estudio: sacar de la Escritura lo que está allí. 

Es fácil dejar que un enfoque impresionista domine tu estudio y preparación para la predicación. Especialmente, si eres intrínsecamente cool —a la moda—, o estás intentando serlo, este enfoque puede convertirse en la cocaína que esnifas en privado. 

Y si has tenido un poco de éxito así, puede que empieces a creer que eres un expositor. 

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